domingo, 24 de mayo de 2009

JÓVENES POÉTICOS: Poema de Ernesto Feuerhake

Un perro me ladra,
digo, voy caminando por una calle, una calle que se ve vecinal que es vecinal, sin ninguna hostilidad o con muy poca la hostilidad que uno podría encontrar al caminar, justamente, en un lugar apacible la hostilidad o la violencia propias de la apacibilidad en un mundo donde nada es apacible la hostilidad de la excepción, en este caso la excepción barrial.
Voy caminando, llevo mis compras en una bolsa negra que no se trasluce a través de la cual no se ve nada Voy caminando con una bolsa negra en las manos y un perro, un perro de (una) casa, me ladra. Salto y digo para mis adentros (aunque lo digo con voz, como para mis afueras, lo digo con volumen pero con un volumen que solamente yo oigo, no sé por qué lo digo y no simplemente lo pienso) grito o quizá ladro.
El perro me ladra y salto y ladro conchetumadre.
Es un perro chico se apuró y se subió a un cubo de cemento para quedar más alto me ladró desde una altura pero desde una altura en que seguía siendo más chico que yo me dio risa eso, y me reí para mis afueras, me reí en su cara, me reí en la cara del perro si se concede que los perros tienen cara o rostro
(y hay un perro, entre tantos los perros, un perro humano, el último perro-humano del que cuenta Lévinas, un perro judío, como el de la canción que cantaban mis mamás, un perro, Bobby, que terminó siendo judío y humano por una casualidad, un perro en un campo de concentración)
Me reí en su cara pero el perro se quedó impávido me miró a los ojos
Yo sé que es un perro, pero el perro me mira con unos ojos que yo no puedo creer que no me esté en verdad mirando
Por un segundo lo desafío, lo desafío a las miraditas, a ver quien retiene más la mirada quién retiene el mundo por más tiempo fijo quién es más capaz de retener en la retina el presente pero es difícil ganarle a un perro o más bien es difícil competir con un perro, si un perro pudiera ser un "quién" En todo caso me ganó, o yo pienso que me ganó. El perro quiso tener, o simplemente tuvo, una actitud como de soberano: se paró en una altura (no sé) y me miró, después, acto seguido o ipso facto, me ganó yo me reí otra vez, aunque poco.
Pero esto no duró más que diez segundos, no puede haber durado más que diez segundos todo este cuento. El cuento, la fábula dura más, pero lo que pasó no duró más que diez segundos. No sé si un perro puede relatar algo.
Sus ojos eran como si se hubiera decidido a ganar, a ganar algo y claro que a ganarme a mí pero yo no sé si "ganarme" sea la palabra que él, el perro, el, usaría yo por lo pronto me siento incómodo usándola o mire esto, me siento incómodo dejándola atravesarme, dejando que una palabra equívoca como "ganar" pase a través mío una palabra que en la lengua chilena, digamos, significa otra cosa ganar o ganarse, tomar un lugar, conquistar un lugar "me gané aquí" "me gané el aquí" "conquisté aquí" "me gané este lugar" me gané aquí el perro se ganó allí se ganó la altura de un bloquecito de cemento, y me ganó se ganó en mí, se quedó en mi retina, se ganó (en) mi retina con su mirada que no se movía, ganó, conquistó mi atención y se quedó en ella, como sobre una altura, ladrando, todavía lo oigo ladrando, oiga, es cierto todavía y desde lejos lo oigo ladrarme, hablarme, decirme algo pero bajo, bajo la forma de un ladrido
"bajo la forma de un ladrido"
el ladrido que es una forma una sombra sonora que se posa un animal lingüístico que se para se gana (en) lo dicho por el perro lo dicho a mí por un perro que me ladra y que me ladra sólo, estimo, porque voy pasando y no me conoce un perro que defiende su lugar ganado ladrando a cualquier invasor.
Desafío al que gana, al perro que gana, pero el perro, que habla bajo los ladridos, ya siempre ha ganado con su mirada en su mirada yo puedo ver
(y hay una distancia que quizá un perro pueda ayudar a sondear, una distancia entre mirar y ver, distancia quizá mayor que la que hay entre ver y mirar y observar)
puedo ver que el perro siempre es el que ya ganó el perro es siempre el soberano y está siempre en la altura se ha ganado ya siempre en mi alma aunque sólo por un segundo ha turbado mi alma, ve, ve usted, el perro no tuvo que decir nada y yo concedo mi reverencia ante su soberanía que no tiene palabra.
El soberano sólo ladra.