domingo, 5 de abril de 2009

HECHOS CON SUS AMOS: Cuento de Jael Valdivia

Final del Juego
por Jael Valdivia Latin

Por fin no hay ruido. Menos mal, porque yo estoy cansado de mirar la pared que cada vez se pone más roja, y a mí me cargan las paredes rojas que gotean mucho, sobre todo si chorrean en las caras de las personas que quieren dormir. Dormir mirando el tragaluz que está arriba, en el techo.
Una vez escuché que cuando uno muere, va al cielo y puede ver de cerca las estrellitas blancas que se ponen algunas noches cuando el tragaluz está limpio. Debe ser lindo mirarlas tan cerca y saludarlas con la mano para que te conozcan, así cuando las veas de nuevo te guiñen el ojo y sonreír tranquilo en el cielo. Lastima que eso pase justo cuando uno muere y a mi me falta tanto, unos cien o doscientos años, depende cómo vaya la vida, mi tía Julia (que ya debe tener unos cientocincuenta) dice que a veces es bonita la vida, en la juventud sobre todo, yo le creo, cuando uno está en el jardín con las tías es tan feliz, y ahora a los ocho años, con los profesores... todo ya tan acabado. Me da pena, por eso uno tiene que entretenerse en algo, para evitar estar esperando como tonto en la cama que llegue la mañana y volver al colegio, eso es lo que no entiende la tía, no aguanta que yo juegue a las bolitas y por pura maldad me las guarda con llave, toda la noche, y yo tengo unas ganas de pedírselas por un ratito aunque sea, para poder mirarlas, pero no me atrevo, seguro que a esta hora debe estar en su cama durmiendo a pata suelta...
Es difícil estar así, con las bolitas controladas día y noche en el velador de la tía Julia, mirar ese feo mueble con los bordecitos brillantes, el dolor de estomago, y esperar el único momento donde puedo jugar: en las tardes. Cuando llego del colegio y me tomo la leche con plátano rapidito para ir a la plaza y encontrarme con el Carlos. La tía dice que me hace mal tomar todo tan rápido, yo le digo que no es tanto, porque si llego a la plaza luego voy a poder entrenar más y tal vez participar en algún campeonato mundial de bolitas. Y salir en la tele y todo. No me cree, pero el Carlos sí, él sabe que tengo talento. Bueno, eso yo ya lo sabía desde hace como dos meses cuando compre mis primeras bolitas y me puse a jugar en la plaza, ahí fue donde conocí al Carlos, me acuerdo que él estaba sentado en un banco, uno verde con las maderitas quebradas en el centro, como casi todos los bancos de las plazas, y yo trataba de jugar a las bolitas pero no podía, las lanzaba a cualquier lado, sin nada de técnica, las caras que pone uno cuando está enojado puede dar risa a veces, sobretodo si se encuentra en una plaza con el Carlos ahí mirando. Yo insistía, insistía hasta que pude, una chita el primer día, ese era un logro, y me puse a saltar por todos lados, y me decía, qué talentoso, qué talentoso hasta que todos se pusieron a reír, incluso el Carlos, qué rabia, todos burlándose, entonces juré no volver a la plaza, no poner siquiera un pie en toda mi vida, soy un niño de palabra y un juramento no se quiebra así tan fácil, pensaba, y no pude. Yo había cumplido dos semanas sin ir hasta que un día sábado en la mañana mientras jugaba apenado entre las rosas de tía Julia, lo vi afuera, al Carlos, con sus piernas super largas y la mirada rara en la vereda, estaba mirando la casa con los ojotes como huevos duros. Al principio no le tomé atención, era un desconocido, ni siquiera sabía su nombre, hasta que se acercó lentamente y su sombra se hacía grande grande, estaba asustado:_ Te cambio dos ojos de gato por esa_ Los ojos de gatos son bolitas chiquitas, y él quería cambiarla por mi bolón, estaba loco, así conocí al Carlos.
No sé por qué al principio estuvo tan amistoso conmigo, debe ser por el bolón, creía, pero en realidad era porque yo tengo talento y como él andaba buscando un discípulo tenía que caerme bien, obvio, además los verdaderos maestros nunca son malas personas. Eso lo sé porque en una película de karatekas aparecía un viejo con cara rara y le enseñaba al otro todas sus técnicas, él era bueno. El Carlos también. Las primeras clases no fueron como clases clases, al Carlos le gusta empezar con pura teoría, que al final todos son bolitas andantes y hacen chita y cuarta a cada rato, a uno le abren la mente esas palabras tan bonitas, como él dice: es pura filosofía. Luego vino practicar todas las tardes, a escondidas eso si, porque si la tía se enterara de que recibo clases me pegaría fuerte, eso me dijo el Carlos, entonces mejor no. Al principio practicaba en la plaza, pero ya renunciamos, hay muchos niños, además es difícil con el piso de tierra hacer rodar las bolitas, las piedras y gusanos siempre se cruzan en el camino, por eso a veces practicábamos en mi casa, si no estaba la tía claro, el Carlos siempre me preguntaba cuándo podíamos entrenar allá, le gusta mi casa parece. A mi también me gusta, porque es muy grande y tiene muchas cosas que mostrar, cuando en la tarde entramos yo le explico que ese jarrón es de china y ese pilucho de Italia y que todo es muy caro porque mi tío Adolfo que en paz descanse, viajaba mucho y se los mandaba por correo a la tía Julia. Me gusta decirle eso al Carlos, pone los ojos grandes y dice, tienes mucha suerte, mucha suerte y mira de arriba hacia abajo, de arriba hacia abajo, tratando de agarrar algo y yo retándolo porque la tía se va a enterar si falta alguna cosa. Y la tía siempre cuida muy bien sus cosas, las anda limpiando todo el día y me cuenta las historias de cada una, eso le encanta a ella, se pasa horas, y yo a veces no más la escucho cuando estoy aburrido, es decir cuando no hay clases de bolitas. A la tía Julia siempre le tiembla la mano cuando habla, debe ser un tic como dicen todos, pero yo creo que siempre está nerviosa, con tantas cosas en la casa, limpiando y cuidando todo, los nervios no le alcanzan, por eso el doctor me dice que la cuide harto y que no la haga rabiar, uno aparte de entrenarse para el campeonato de bolitas tiene que cuidar a viejitos, eso le dije y él movió la cabeza no más, igual que yo, son demasiadas responsabilidades para un niño. No debo pensar en ellas porque me quitan la concentración, justo ahora cuando hace como dos días el Carlos me dijo que mandó una solicitud a los organizadores del campeonato y como él tiene influencias me aceptaron sin problema. Menos mal que conoce gente sino estaría hasta el otro año practicando todos los días mientras otro se gana el trofeo que es mío. Mío para siempre y estoy esperando que salga el sol y llegue el Carlos que me va a despertar temprano para viajar hasta la ciudad donde se va a realizar el campeonato, ojalá que me vaya bien, y que la tía Julia acepte que yo vaya hasta allá. Hoy él va a hablar con ella, en la noche claro, porque ahí está menos nerviosa y casi seguro que acepta, por eso le dejé la puerta abierta al Carlos para que pasara sin problemas. Yo sé que la tía Julia va a acceder, le prometí que si iba, le traería una escultura bien bonita de allá, no me respondió nada, pero yo sé que le gustó la idea. Esa sonrisa un poco irónica y el movimiento de cabeza, sí, está súper feliz. Y yo no debería estar escribiendo estas cosas hasta tan tarde, me va a costar mucho despertar mañana, los ojos van a pesar montones, todo por culpa de la tía, porque hace unos veinte minutos que el Carlos llegó y la tía lo sorprendió en la salita de las estatuas, pobre Carlos, y la tía, puro grito, que llámate a los pacos y todo eso, sí, se puso un poco loca. Entonces ambos entraron a su pieza, que está al lado de la mía y gritos y gritos hasta que de pronto un ruido fuerte, como de fuegos artificiales de año nuevo y pura calma. Entonces yo creo que por fin se entendieron y me voy para el campeonato, bueno, eso creo, ojalá que mañana la tía este más feliz, porque yo, me voy con el Carlos a jugar bolitas. Por eso me tengo que dormir luego, a pesar de que la pared gotea un poco agua rojita, eso es natural, me digo, lo bueno es que por fin no hay ruido.

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