domingo, 5 de abril de 2009

FIGURITAS DE PLASTICINA: Laberintos olvidados


LABERINTOS OLVIDADOS. HOY: TITI.

Queremos agradecer un gesto y aclarar otro tanto. Queremos agradecer la gentil disposición que ha mostrado Titi García Huidobro para participar en la presente edición de Burdelito cediéndonos parte de su obra. El lector podrá encontrar, al final de estas páginas, una muestra de ella, en la que, a pesar de la brevedad que demanda el espacio, se aprecia la fértil impronta que le ha dado renombre en los círculos entendidos. Lo que, naturalmente, quisiéramos aclarar, es la incomprensión de que ha sido objeto, por parte del público masivo, la controversial figura de Titi. En efecto, muchos pretenden confinar a nuestra autora a ese ínfimo paso suyo por televisión. Para quienes no estén familiarizados con el movimiento cultural que, a fines de la década de los ochenta, gestara un grupo de jóvenes disconformes (nos referimos, claro, a Las vírgenes chúcaras), nos vemos obligados a realizar una pequeña referencia biográfica. Titi García Huidobro, más conocida en el medio de las artes visuales como Tigra Wida, fue una de las principales precursoras de lo que más tarde se llamaría, echando mano de un tecnicismo, “autoinstalación perdurable”. Dicha práctica artística consistía, como variante de las instalaciones, por entonces en boga, en una aplicación a éstas de los aportes estéticos de la performance tradicional. No obstante, las autoinstalaciones perdurables no son una simple sumatoria de subprácticas derivadas. Un tercer elemento, aporte personal de Titi, es el de la perdurabilidad. Pero dejémonos de metalenguaje. En concreto, en una autoinstalación perdurable el artista se cede como objeto central de la instalación, configurando una práctica que se inserta en un contexto social más amplio. Lo que anima esta acción, en la que se confunde ficción y realidad, es ejercer una crítica hacia el dominio social respectivo, por medio de la vivificación activa de sus códigos principales, en un tiempo que debe ser mayor al que necesitaría cualquiera para advertir que se está frente a una acción de arte. El espectador/ciudadano debe confundirse hasta el punto de que, dado que no hay instancia real frente a la que la parodia y la idiotez puedan explicitarse como tales, piense que, efectivamente, el autoinstalado perdurable es aquello que critica y denuncia. Así, lo que seguramente algunos de nuestros lectores habrán visto durante algunos años en varios canales de la televisión nacional no es sino Rusia de la tele I, parte de un ambicioso proyecto que hacia comienzos de los noventa abrigara Titi, el que, por giros en su pensamiento artístico, fue abandonado. Mientras que algunos colegas admiraron, y siguen admirando hoy, la valentía y el arrojo, el sacrificio y la tenacidad de Titi, otros, sobre todo pertenecientes a las generaciones más jóvenes, han olvidado, o sencillamente nunca conocieron, el proyecto artístico detrás de la nimia personalidad de la Titi García Huidobro que el televidente común identifica.
Hoy, Titi García Huidobro ha dejado de lado las artes visuales para retomar la que fuera su principal preocupación durante la década de los ochenta: la poesía. La muerte de su madre, acaecida en 1998, producto de una lamentable autodeterminación, dejó una huella imborrable en el espíritu de Titi, quien, ya en el 2000, decidió, con la misma energía y rudeza intelectual de que nacieran sus aportaciones en las artes visuales, sumergirse en el mundo de la religión y el misticismo. Presentamos aquí un poema, integrante de su inédita colección Las altitudes llanas, que revela su, según algunos, acaso obsesivo interés por la figura de Dios, figura, con todo, tan problematizada como reiterada en sus versos, en la que confluyen desde aspectos propiamente espirituales hasta conflictos políticos de la historia reciente. Los críticos se han visto divididos al respecto: hay quien señala que el poema aquí presentado sugiere una “interesantísima imantación sublimada de la figura multiforme del padre”, mientras que otro ha declarado que no pasa de ser un “abuso panteísta”. A este último, con la agudeza que la caracteriza, Titi ha contestado: “Estas líneas son, acaso, el eco de una síntesis que a usted, señor X, le llevaría toda la vida leer”. Dejamos, pues, al lector con “Presencias”.

PRESENCIAS

Los ojos de Dios
Las tardes de Dios
Las sombras luengas de Dios
El sordo temblor de Dios
Las ciegas grietas de Dios
Los mudos soles de Dios
Las inolorantes raíces de Dios
Los intáctiles precipicios de Dios

Los azotes de Dios
Los perdones de Dios
El humo olvidado de Dios
El ladrillo de Dios
El dedo de Dios
La uña de Dios
La mesa de Dios
Las lentejas de Dios
Las lentejuelas de Dios
Las polainas de Dios
Los porotos de Dios
Los bototos de Dios
Los escotes de Dios
Los bigotes de Dios
Los amigotes de Dios
Las ampolletas de Dios
Las vinagretas de Dios
Las cunetas de Dios
Los cometas de Dios
Las tetas de Dios
La Eta de Dios
La zeta de Dios
La ce de Dios
La ese de Dios
El sonido sibilante
Único, ágrafo, de Dios

Don de Dios
dar los dados que
los dedos diluvian
en la duda del adiós
o en el adiós de la duda

Dios mío

(2005)




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